El mapa del silencio y/o las pequeñas escaramuzas -José Luis Brea

Inicialmente en salonKritik. Respuesta al texto El Mapa del Silencio (II)  de Brumaria


El mapa del silencio y/o las pequeñas escaramuzas.
José Luis Brea

No tengo apenas nada que añadir a la nueva entrega de Brumaria. Creo que en el curso de nuestro intercambio se han ido poniendo muchas cosas sobre el tapete, y también manifestando la diversidad de las posiciones. Quizás algo menos escéptico de lo que ellos declaran ser en cuanto a las posibilidades del diálogo abierto, confío en que algo se ha movido ya y algo más va a moverse pronto, tan pronto como otros muchos participantes de nuestra escena cultural se sientan motivados para manifestar sus posiciones en público –hoy mismo y sin ir más lejos acabamos de rebotar un post de los YP que (a su manera, claro está, y sin entrar directamente en las cuestiones de nuestro debate), plantea muchos temas de nuevo fundamentales y que obligan a abrir y continuar en otros frentes la reflexión sobre si nos hallamos en un proceso de normalización y domesticación o de transformación instituyente de las estructuras existentes (utilizando sus propios términos) …

Sólo sobre una cuestión querría hacer una pequeñísima puntualización, pues se refiere a lo que los propios redactores de Brumaria consideran el núcleo mismo de mi toma de posición, reconociéndoles que efectivamente puede que si lo tiene (un núcleo, un centro) esté ahí: digamos en mi toma de partido o expresión de confianza en el valor último del procedimiento democrático como legitimador válido del campo de lo político. Lo único que puntualizaría es que mi posición desde luego no se identifica con una defensa de la mera democracia formal-liberal –aunque tampoco con esas otras “democracias” (y mis comillas ponen años luz de distancia frente a ellas) en las que la idea de libertad pueda sacrificarse a otra idea determinada de justicia social, desde luego estoy muy lejos de su “final pro-coreano”- sino con un concepto más cercano a la que llamaría la democracia profundizada, radical, como el defendido por Chantal Mouffe. Por lo tanto, por una toma de partido siempre a favor del diálogo, de nunca cerrarlo, y de en él apostar por la posición que más contribuya a hacer posible que el sistema admita el máximo de disentimiento imaginable (es decir, la posición que más haga aumentar el grado de *agonismo* posible en un sistema, y por lo tanto y por definición estructural la más contraria a que en él se fijen “hegemonías”, posiciones “dominantes”). Algo que me pone a distancia de autores que seguramente les son más próximos –como Badiou o Zizek, quizás- y más cerca en cambio de otros como Simon Critchley, Rawls, Rorty o la propia Mouffe -para no destapar en un orden que no es el que le corresponde, pese a todo, mis verdaderas simpatías políticas, que no son otras que las que se siguen de una lectura no trapisondista del antiedipo deleuziano, que me consumió muchos de mis años de formación investigadora..

En todo caso, el debate sobre lo institucional y cómo intervenir en su transformación, a qué distancia y con qué utillajes, es un debate difícil, y en el que no creo que existan soluciones ni sencillas, ni definitivas, ni universalizables, sino una fábrica activa de modelos que ha de ir contrastando sus potencias en el día a día de una renegociación permanente de operadores, agencias, aparatos de captura y dispositivos activables. Hace falta, pienso, moverse siempre deprisa, trazar las líneas de fuga casi a tanta velocidad –o más- de la que los mecanismos de institucionalidad tienen para atraerlas y redibujar con ellas sus nuevos planos de consistencia, de inmanencia, de hegemonía y dominación (en realidad, y en el fondo, éste es el núcleo de mi crítica a las políticas del Reina: que aún nominándolas de antagonismo sus políticas efectivas definen hegemomías y líneas de dominancia, haciéndolas cristalizar en institución, en poder). Trabajar en su horadamiento permanente –a la busca de sus pequeños intersticios o sus más grandes agujeros negros, de ahí las imágenes elegidas para ilustrar ambos posts- puede ser el *dictum* hipotético, heurístico, para definir una *política abstracta*. Pero su concreción es siempre asunto de decisiones pequeñas, que quedan en manos de agentes que reconocen toda la complejidad de los movimientos que adoptan, sin presumir nunca tener en su mano la fórmula de la gran solución, de la gran salvación. Tal es la que, en efecto, no hay: pero sí espacio y escenario para los pequeños debates y las pequeñas escaramuzas.

Puede que en efecto lo que aquí hemos tenido con el sistema, con la institución, no haya sido otra cosa que eso, una pequeña escaramuza –aunque no creo que nadie se haya sentido especialmente “acariciado”. Yo no pretendo pensar que haya sido más que esa minúscula refriega abierta por el sentido de la criticidad del conocimiento entre nosotros, pero pongo mi confianza en el grado de contagio que esas pequeñas efervescencias del pensamiento crítico promueve en los otros, y que ello, como digo, anime a muchos más a empezar a decir lo que piensan –y sobre todo, a empezar a pensar lo que dicen ;-)



Deja un comentario

Disculpa, debes iniciar sesión para escribir un comentario.